Me doy permiso

Me doy permiso para no andar corriendo por la vida -sin vivirla-
"Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena"Joaquín Sabina

jueves, 25 de marzo de 2010

Verano fatal

Te vi en un escenario intentando disparar
a este chico solitario, no me tengo que acercar,
tus ojos me encontraron en la última canción,
no sé si era una promesa o una premonición.

Te observo al descender y una extraña sensación después,
cómo poco a poco me voy empezando a encoger,
llegando a la ciudad la mujer del tiempo nos dirá
que a una primavera en calma siempre le sucederá un verano fatal.

No tenemos que escondernos alguien nos encontrará,
hacer siempre lo incorrecto es una forma de acertar,
la mañana nos recoge donde muere la ciudad,
yo buscando tu fuerza y tú mi debilidad.

Te vuelvo a escuchar en esa forma especial de hablar,
para ser un buen cantante tienes que desafinar,
hoy hace más calor y me tienes atrapado en tu rincón,
quien podría imaginar lo que nos iba a deparar un verano fatal.

Y aquí las noches llegan y nos pasan como un reactor
y todo lo que nace, nace casi como por error,
y las gaviotas chillan que ya está cerca el final de un verano fatal,
de un verano fatal.

Te pierdo entre la gente que ha venido a celebrar
que llega el presidente y dice que nos va a salvar,
veo pasos en la orilla y te vuelvo a encontrar
en el agua de rodillas rezando hacia altamar.

Y hablamos del amor pero es la hora del adiós
y el viejo que no sabe nada con su acordeón
y al huir de la ciudad la mujer del tiempo nos dirá
que a un otoño desastroso siempre le precederá un verano fatal.

Nacho Vegas y Cristina Rosenvinge

jueves, 18 de marzo de 2010

Almendros


Huele a primavera.
Los almendros han abierto sus flores para avisarnos, para que no nos despistemos, que pronto la primavera va a llamar a nuestras puertas.
Hace un día espléndido. Luce el sol y no hay nubes en el horizonte.
La suave y cálida brisa hace bailar mi pelo a su son y el sol calienta mis mejillas y mi alma.
El aroma de las flores del campo embriagan mis sentidos y me trasporta a tardes de mi infancia corriendo entre ellas.
Hace un día genial para tumbarme a tu lado bajo el sol.
Para sentir latir tu corazón junto al mío.
Para besarte a la luz del día.
Para acariciarte y que la suave brisa erice tu piel.
Hoy huele a primavera.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Llueve


Llueve en mi corazón,
me mojo sin evitarlo,
no me gusta mojarme,
pero llueve.
Y no tengo cobijo
y nadie me da amparo.
Nadie se moja tanto como yo
aunque llueve para todos.
A nadie le importa mojarse
y parecen casi secos.
La lluvia ha calado mi interior,
está mojando mis huesos.
Tengo frío,
estoy empapada
y espero que algún día salga el sol
Que sus rayos sequen mis huesos
que su luz caliente mi alma.
Que la humedad desaparezca de mi
y que los demás no noten que ya no llueve,
que se mojen ellos mientras yo me seco,
que se empapen mientras mi corazón olvida la lluvia,
que olviden el sabor salado de la lluvia.

martes, 2 de marzo de 2010

La casa de mi abuela

Cuando era pequeña los domingos eran un día especial el cuál estaba esperando toda la semana a que llegara y es que es día íbamos a casa de mis abuelos que vivían en el campo. Allí me esperaba mi prima, mi querida y única prima. Es un año mayor que yo y siempre nos entendimos a la perfección. Yo deseaba que llegara aquel día pero ella más que yo. Y es que por circunstancias de la vida, que no vienen al caso, ella vivía en medio de la nada con mis abuelos y mis bisabuelos. En época escolar veía y se relacionaba con niños pero en vacaciones los únicos niños con los que se relacionaba era con mi hermano y conmigo. Creo que esta situación fue la que hizo de ella a una niña con una imaginación desbordante. Por eso quería que llegara el domingo. Porque nunca sabía la aventura que iba a vivir en casa de mi abuela. Mi abuela era un ser sobreprotector en exceso. La tenía en un burbuja, si yo hubiera vivido allí con ella también me tendría igual. En casa tenía restringidos las habitaciones a las que podiamos entrar y a las que no. Así que mi prima aprovechaba para contarnos las historias más rocambolescas de las habitaciones.
Después de comer siempre teníamos que dormir la siesta, fuera invierno o verano. Bueno dormir la siesta era lo que creía mi abuela y es que mi prima se escapaba por la ventana y me arrastraba a mí con ella y yo arrastraba a mí hermano. Lo curioso es que nunca nos pillaron.
Un día se le ocurrió otra brillante idea, aunque ese día nos castigaron. Habían nacido unos corderos y fuimos a por uno y lo pintamos con temperas de colores.
Cuando llegaba el verano y las fresas empezaban a estar rojas nos las comíamos de la planta sin dejar que llegaran a madurar.
La peripecia más grande y la que pudo tener un final trágico. Y es que uno de esos domingos mi prima nos habló del bosque encantado donde había unos duendes que eran amigos suyos y teníamos que ir a verlos. Así que pusimos rumbo en busca del bosque encantado por un sendero. Estuvimos andando más de una hora y no había ni un solo árbol en kilómetros a la redonda. Por fin la pude convencer y nos dimos la vuelta pero no recordábamos el camino de vuelta. No recuerdo como llegamos hasta una pista forestal. Por suerte pasó un coche por allí y paró al ver a tres niños. Era una familia amiga de mis abuelos que nos reconoció, nos subieron al coche y nos llevaron a casa. La bronca que nos echaron fue monumental y es que llevaban casi una hora buscándonos por todos lados y estaban asustados. Después de eso no volví a creer las fantasías de mi prima.
Aquellos domingos tampoco duraron mucho más. La vida con esa costumbre que tiene de ir dando palos, hizo que no volviésemos más domingos a comer a casa de mi abuela.
Hace poco pasé por allí, y vinieron a mi cabeza tantos recuerdos. Es una pena verla tan deteriorada y abandonada. Nadie volvió a sembrar fresas, ni a criar corderos, ni rosas a la entrada. Ya nadie va a visitarla.