Me doy permiso

Me doy permiso para no andar corriendo por la vida -sin vivirla-
"Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena"Joaquín Sabina

viernes, 29 de enero de 2010

Mi pueblo

Cuando era pequeña odiaba mi pueblo. El hecho de decir que era de pueblo me daba mucha vergüenza y siempre evitaba decirlo. Cuando llegaba el mes de agosto y acudían como moscas las emigrantes del arado, aquellos que en los años 60 y 70 se fueron al norte y a Cataluña a trabajar, no entendía como preferían cambiar su flamante vida en una ciudad por pasar un mes en un pueblo perdido en la sierra el cual no sale ni en los mapas. Además sus hijos siempre alimentaban el odio que ya tenía diciéndome cosas como "no se como puedes vivir aquí si no hay nada", " en Bilbao tenemos ..."y un montón de cosas así.
Han pasado los años y todo es diferente. Ya no odio mi pueblo sino que me siento muy orgullosa de ser de pueblo y lo digo bien alto y claro para que se enteren bien. Por circunstancias de la vida vivo en Cáceres no es una ciudad grande como Madrid, Barcelona o Bilbao, pero tiene los inconvenientes de vivir en una ciudad y las ventajas. Y ahora entiendo porque prefieren pasar el mes de agosto o cualquier fin de semana perdido en el calendario en ese pueblo cada vez más pequeño. Y es que es donde crecimos y aunque falten algunos servicios que parece que una ciudad sin ellos no es nada, hay otras cosas que en la ciudad no encuentras.
Me encanta pasear por las calles serpenteantes y estrechas con sus casas viejas de piedra que si un día caluroso te acercas a la puerta y puedes oler el frescor que hace en el interior. LLegar a la plaza del ayuntamiento y beber un poco de agua de la fuente que hay al lado. Y seguir calle abajo hasta llegar a la plaza de la iglesia. Y acercarme hasta la plaza del pozo, que ya está tapado pero que cuando era pequeña estaba descubierto.
Me gusta sentarme en los bancos de la plaza a ver pasar la gente, a los niños con las bicicletas y los balones de futbol, a las niñas con 15 años con sus zapatitos de tacón y sus ojos pintados que empiezan a jugar que son mayores. A los mayores que van a jugar la partida todas las tardes. A las amas de casa con el carro de la compra. A los olivareros que regresan de coger aceitunas. A los cazadores que vienen de guardar la caza del día para obsequiarsela al pueblo el día de la festividad del patrón. A las madres con sus niños pequeños que van de paseo. A las señoras que acuden con sus esterillas a las clases de gimnasia de mantenimiento. A las parejas que van a bailes de salón. Me gusta pasear por sus calles y ver a las viejas sentadas a la solana con el ganchillo en la mano. A los gatos buscando el sol.
Me gusta la piscina en el verano. Salir por las noches y sentarme en las terrazas de los bares, el alejarme del pueblo dos metros y ver todas las estrellas del firmamento.
Ahora que no estoy allí lo echo de menos pero me siento muy orgullosa de decir que SOY DE PUEBLO.

miércoles, 27 de enero de 2010

Después del amor

Tendida tú aquí, en la penumbra del cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir
retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo, que hace
un instante, en desorden, como lumbre cantaba.
El reposo consiente a la masa que perdió por el amor su
forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de
la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites
se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios,
delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que
amenaza
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas
la miramos, reconocemos perfecta, cuajada, reciente la
vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad
nos llamaba.
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de su sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado
pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa
nacido,
y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro
amor, que allí lúcido vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla
caldea sin celo,
está la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mientras pongo mi boca sobre tu cabellera apagada.

Vicente Aleixandre

lunes, 11 de enero de 2010

Cruzando el paraiso

És tan fácil dar,
sin pensar en uno mismo,
vayas a dónde vayas,
encontrarás espejismos.

Somos tan iguales
y a la vista tan distintos,
yo bajando a los infiernos y
tú cruzando el paraíso.

Para ti la vida qué te lleva,
para mi la vida qué me quema,
tenías tanto qué aprender y
yo tanto por demostrar, por un instante,
la Eternidad.

Nada permanece,
todo se desvanece,
sé qué no puedo quejarme,
trataré de no engañarme.
Simple cuestión de tiempo,
llegar al precipicio,
yo bajando a los infiernos y
tú cruzando el paraíso.

Para ti la vida qué te lleva,
para mi la vida qué me quema,
tenías tanto qué aprender y
yo tanto por demostrar, por un instante,
la Eternidad.

Me sobraba vida para darte,
fotogramas qué olvidé al revelarte,
ahora ya es demasiado tarde,
qué difícil és, qué difícil és...

Para ti la vida qué te lleva,
para mi la vida qué me quema,
tenías tanto qué aprender y
yo tanto por demostrar, por un instante,
la Eternidad.

Para ti la vida qué te lleva,
para mi la vida qué me quema,
tenías tanto qué aprender y
yo tanto por demostrar, por un instante,
la Eternidad.




Loquillo y los trogloditas, Balmoral

domingo, 10 de enero de 2010

Paradojas

Es curioso y paradójico el mundo en el que nos movemos, el mundo de internet. Aparentemente estamos en la era de la comunicación y cada vez nos comunicamos menos con los que nos rodean.
Estoy en mi casa y hablo con gente que no conozco, con gente que posiblemente no veré nunca en mi vida, y los conozco. Sé como piensan, se que sienten, se sus temores, se que les hace feliz, se que les hace enojar y nunca los he tocado. Porque desnudan su alma ante mi, ante todo aquel que les quieran escuchar. En cambio viajo en autobús y a mi lado se sienta una chica morena, de ojos marrones y rostro serio. Parece triste, pero no se porque, ni siquiera soy capaz de preguntarle como le ha ido el día, y ella no es capaz de contarme que es aquello que le atormenta. Y llego a casa y enciendo el ordenador y me conecto al mundo. Y alguien cuenta que ha tenido un mal día en el trabajo, que su jefe es un capullo, que anoche discutió con su pareja y que a su madre le van a hacer una mamografía por un pequeño bulto que tiene. Me conmueve y me pongo en su lugar, hasta le doy una palabra amable y un abrazo que nunca sentirá. Y me da por pensar que esa chica podía haber estado sentada a mi lado hace una hora y no me contó nada y no pude consolarla.
Que nos está pasando que somos capaces de empatizar con aquellos que no vemos, que no tocamos, que no miramos a los ojos y en cambio con la personas con las que nos cruzamos todos los días no somos capaces ni de mirarles a los ojos.

viernes, 8 de enero de 2010

Caminando por la vida

Caminaba sola por la vida,
sin rumbo,
perdida entre la multitud.
Y no se como mi camino empezó a discurrir paralelo al tuyo,
primero lejos y cada vez más cerca.
Ya casi te podía tocar,
y casi te podía sentir.
Y poco a poco tu camino se mezclaba con el mío
y el mío se mezclaba con el tuyo,
ya no eramos caminantes solitarios.
Y un buen día emprendimos el mismo sendero.
Desde ese día han habido tantos caminos por los que hemos marchado juntos
que he perdido la cuenta.
Caminos pedregosos,
escarpados,
sobre precipicios
y caminos de rosas con espinas.
Ahora estamos en la mejor senda,
en la mejor vereda.
Un camino que discurre al lado de un campo de amapolas
en un día de primavera,
huele a vida,
¿lo notas?

miércoles, 6 de enero de 2010

Flores raras

Lejos, si viajas hacia el sur,
junto a la playa,
hay una casa con el tejado azul
y tres ventanas.

Si le ves, dile que estoy bien
y que aún me acuerdo
de lo fríos que encontré sus pies
en ese invierno oscuro tan extraño.

Ahora sé que su corazón
estaba blindado
y en cambio el mío
era como un tambor aporreado.

Él me dijo: si vienes de paseo
me gustaría hacer noche
envuelto entre tu pelo
por esos días que tuvimos en las manos.

Flores raras.
Flores raras.

¿Sabes? No me paré a pensar
mientras guardaba
todas mis cosas para correr detrás
de una corazonada.

Ahora sé que fue una estación
en el viaje.
Estas flores son sólo lo que son,
crecen salvajes y no saben lo que hacen.

Flores raras.
Flores raras.

Flores raras.

Hace dos años le vi en un café
con una niña que hablaba francés.
No dije nada, no me acerqué.
Todos los besos acaban por ser ...

Flores raras, flores caras.
Flores raras, flores caras.
Flores raras, flores caras.
Flores raras, flores caras.

Flores raras ...
Flores raras...

Cristina Rosenvinge,
Mi pequeño animal (1994)